Elisa se llamaba la mujer del marqués de Giocondo (LA MONA LISA), un rico banquero florentino que pidió a Leonardo Da Vinci que pintara un retrato de su segunda señora, cuando ella tenía más o menos 30 años y una enigmática sonrisa. Según la historia, el cuadro nunca llegó a manos del marqués.
Leonardo lo conservó por muchos años y lo retocó. Lo llevó consigo a París y allí ha permanecido hasta el día de hoy. Salvo un breve período, en que un italiano lo robó del Louvre, en un acto de reinvindicación nacionalista. Pero Italia lo devolvió a Francia.
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